La obesidad es una de las enfermedades más preocupantes a nivel mundial debido a sus índices de crecimiento y a las severas alteraciones que provoca a nivel metabólico.
Su origen es, sin duda, debido a múltiples factores interrelacionados. Pero claro está que para que se ocasione un exceso de grasa corporal debe existir un balance energético positivo.
Es decir, un desequilibrio entre los que se ingiere y lo que se gasta en calorías. En este disbalance juega un rol fundamental el exceso de consumo de alimentos que manifiestan las personas de obesidad, quienes en ocasiones, no toman conciencia de las dimensiones de comida ingerida.
Un nuevo estudio británico ha descubierto el gen que no permite que las personas sean sensibles a las señales de saciedad y por ello, no logran calmar normalmente su apetito.
El gen descubierto se llamaría FTO y, está fuertemente vinculado con la obesidad al tener un efecto en la regulación del apetito.
La investigación realizada con niños ha comprobado que aquellos que tienen dos copias de este gen no experimentan saciedad luego de haber comido, lo cual los conduce a seguir comiendo y ocasiona, como consecuencia final, exceso de peso.
Además, los científicos aseguran que este gen tiene un mayor efecto cuando se combina con la acción de otros genes, lo cual indica la fuerte incidencia de la genetica en el desarrollo de la obesidad.
Si bien sabemos que gran parte del riesgo de sobrepeso u obesidad es debido a los genes, nosotros tenemos la posibilidad de brindar un ambiente inadecuado para que los genes potencien su acción y se genere así, un grado patológico de exceso de peso.
Entonces, con hábitos alimentarios adecuados que alcancen una conducta frente a la comida saludable y un gasto calórico apropiado mediante el ejercicio físico regular, se puede prevenir la obesidad y todas sus consecuencias negativas sobre la salud del organismo.
En nuestras manos está la posibilidad de revertir, aún en nuestro pequeño seno familiar, la pandemia más preocupante del siglo XXI: la obesidad.
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