El doble discurso del dopaje

El doble discurso del dopaje
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Cada vez que comienza una instancia deportiva internacional, el tema del dopaje cobra trascendencia, pero si lo analizamos con total objetividad, existe un límite muy endeble entre la moral y la conveniencia. Es que el tema se presta para la libre interpretación, pues dependiendo de las circunstancias, una taza de café puede considerarse “doping”.

Podría explayarme interminablemente acerca de este tema, pero trataré de ser sintético. Cuando se habla de la prohibición del dopaje en el deporte , no se está hablando acerca de las consecuencias que las diversas sustancias podrían acarrear a los deportistas, sino que se esgrime el argumento de una “práctica leal”, o sea, se arguye que el deporte es una práctica noble y que como tal, es necesario que se compita en términos de igualdad entre todos los participantes.

Aquí comienzan los problemas, pues deberíamos aceptar que se trata de una práctica noble, lo cual resulta muy difícil, siendo que toda competencia deportiva, por su propio carácter de “competencia”, implica que haya un ganador y uno o varios perdedores. Ahí de primeras, se termina la igualdad. Estamos hablando de competir, que como el diccionario de la Real Academia lo describe, es: “Dicho de dos o más personas: Contender entre sí, aspirando unas y otras con empeño a una misma cosa.”. Y esta “cosa”, será para uno solo, o sea, nada de igualdades.

¿De qué trata el discurso del dopaje?

Pero bueno, dejemos las definiciones aparte. La supuesta lealtad de las competencias, es muy relativa, principalmente relativa al lugar geográfico donde se esté parado. No podemos decir que un gimnasta olímpico nacido en Colombia, tiene las mimas condiciones que uno nacido en Estados Unidos. Eso salta a la vista, el presupuesto con que cuentan las federaciones olímpicas de ambos países, tiene tantas diferencias como las que existen entre el salario promedio de un trabajador en ambas naciones. Para ser más claro, la economía condiciona el rendimiento deportivo significativamente y resulta una ventaja para quien proviene de un país con poder adquisitivo, así como será una desventaja quien provenga de un país empobrecido.

Esta es una de las tantas diferencias que separan a un deportista de otro. También debemos contar la genética, la cual condiciona a los deportistas dotándolos con características físicas que serán más o menos apropiadas para la práctica de cada deporte. Y no le cuestionaríamos a un deportista que tiene ventajas por su genética, por supuesto.

Podría seguir afinando el bisturí hasta que lo desee, pero baste con lo expresado para argumento. El punto es que si bien existen sustancias que potencian el rendimiento deportivo, desde las más elaboradas y artificiales como los derivados de la cocaína, hasta sustancias que están en nuestra vida cotidiana como el oxígeno; las desigualdades en la competencia siempre existirán. No es posible competir en términos de la tan mentada “igualdad”, pues si queremos ponernos en ortodoxos, terminaríamos considerando a los alimentos como dopaje, pues la dieta del deportista tiene gran influencia en su desempeño y no todos los deportistas están en igual posición de llegar a ella.

¿Cómo afecta el dopaje a la competencia deportiva?

Entonces cabe preguntarse a esta altura, ¿qué estamos penalizando cuando argumentamos la presencia de dopaje? La respuesta es mucho más compleja que la pregunta y tiene que ver con los grandes intereses de la industria del deporte, las grandes marcas, los empresarios y representantes deportivos, los medios de prensa y una larga lista de etcéteras vinculados a las prácticas deportivas.

A esta altura se estarán preguntando, ¿para qué entonces destapé el tarro si no voy a comer galletitas? Pues fue sólo para mirar el asunto desde otra perspectiva. Tal vez lo que nos debería preocupar cuando nos escandalizamos ante un caso de dopaje en el deporte, sea si la sustancia era perjudicial para la salud del deportista y no si le daba ventaja sobre tal o cual contrincante. Quizás sea hora de que los deportes retornen a su antiguo ideal de mejorar el cuerpo y la salud, como rezaba aquel antiguo proverbio latino de Juvenal: “mens sana in corpore sano”.

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