Los adaptógenos o plantas contra el estrés: la ciencia nos dice si realmente funcionan

adaptogenos
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Procedentes de las milenarias "ciencias" chinas y ayurvédicas llegan los adaptógenos, una serie de componentes vegetales cuyo objetivo es ayudarnos a "alcanzar un rendimiento óptimo mental, físico y de trabajo”. ¿Y de qué manera? Los mecanismos que proponen sus defensores son, cuanto menos, vagos.

Ginseng, chía, reishi, rodiola... los alimentos adaptógenos son un puñado. Sin embargo, poca o ninguna evidencia científica los avala, a pesar de sus promesas y supuestos beneficios. Hoy os contamos qué son, para qué dicen que sirven, y qué sabemos realmente de ellos.

¿Qué son los adaptógenos?

Se conoce como plantas adoptógenas, o adaptógenos a secas, a una serie de especies y variedades vegetales y fúngicas. Según afirman sus defensores, estas plantas han sido usadas desde hace milenios, pero no es hasta 1947 que el investigador Nikolai Lazarev comenzó a acuñar el término "adaptógeno" a partir de sus primeros estudios sobre el dibazol.

A partir de aquí, varias plantas comenzaron a ser objeto de investigación. ¿Qué plantas? Es decir, ¿qué son en realidad los adaptógenos? De nuevo, según sus defensores, estas son sustancias naturales que se encuentran solo en ciertas plantas y hongos (los alimentos adaptógenos), que ayudan a alcanzar un rendimiento óptimo.

Según se describen, estas sustancias son capaces "de incrementar el triángulo de la salud compuesto por la Energía, la Inteligencia Biológica y la Organización (función y estructura) de cualquier sistema biofísico; y en particular el cuerpo humano".

Los adaptógenos son un tema cuya naturaleza es de origen más bien etnobiológico, donde se asocian las propiedades fitoactivas (efectos de las plantas) con la salud. Otra vez más, según sus defensores, estas sustancias ayudan al cuerpo humano a adaptarse a condiciones de estrés interno o externo, ayudando al cuerpo a resistir situaciones de estrés excesivas.

Los adaptógenos para reducir el estrés

Cuando se habla de adaptógenos, automáticamente se habla de estrés. Pero no estrés psicológico, sino fisiológico. Según cuentan sus historiadores, estas sustancias comenzaron a ganar popularidad en medio de Guerra Fría, como parte de la necesidad de "eclipsar" al enemigo mediante los méritos deportivos. En este contexto, los rusos habría obtenido unos resultados sorprendentes debido, en parte, a estas sustancias.

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El nombre de adaptógeno viene de la palabra adaptar, ya que, supuestamente, "adaptan" el cuerpo a cualquier situación. Así, explican sus defensores, un adaptógeno que reduce la presión arterial si es demasiado alta, la eleva si es demasiado baja, por lo que tiende a estabilizar la presión arterial y las otras funciones del cuerpo.

También actúan sobre el estrés emocional, aunque a nivel químico, equilibrando "todo el sistema" que supone el cuerpo. Otro aspecto donde aseguran que influyen es en el sistema inmune, de manera que lo regulan (contra la exacerbación y contra la inmunodepresión). En definitiva, los adaptógenos, según prometen, son sustancias cuasipanaceas.

Por su naturaleza, afirman, son capaces de modificar cualquier situación en beneficio del cuerpo humano. Por definición, los adaptógenos no son nutracéuticos porque no solo aportan nutrientes, y solo se pueden considerar como tales aquellos que no tienen efectos indeseados, solo positivos.

¿Cuales son las especies adaptógenas?

Entre las plantas consideradas adaptógenos encontramos las siguientes:

  • Phyllanthus emblica, amla o grosella india
  • Astragalus membranaceus o astrágalo, una planta familiar de las habas
  • Cordyceps sp. un hongo alargado y amarillento
  • Codonopsis pilosula, o Dang shen, una campanulácea de la que se aprovecha el tallo
  • Eleutherococcus senticosus, eleuthero o ginseng siberiano, uno de los adaptógenos más conocidos
  • Panax ginseng, o ginseng, es, precisamente, uno de los mayores protagonistas entre los adaptógenos
  • Glycyrrhiza glabra, o regaliz, también es otra de las raíces más conocidas y consumidas en todo el mundo
  • Ganoderma lucidum o reishi, es un hongo lobulado, conocido en español como "pipa"
  • Rhodiola rosea, o rhodiola, una crasulácea típica de regiones frías
  • Asparagus racemosus, una asparragácea, familia del espárrago de la que se usa su raíz

No hemos incluido en cada una de estas descripciones sus supuestos usos, porque son muchos. Como decíamos antes, a estos y otros adaptógenos se les atribuyen todo tipo de propiedades beneficiosas para el cuerpo: desde protección contra el cáncer a regulación de los productos de desecho (que no toxinas), pasando por el rejuvenecimiento celular, etc.

¿Y qué dice la ciencia sobre los adaptógenos?

En realidad, muy poco. A pesar de que sí que existen estudios que analizan, incluso con resultados positivos, algunas de las propiedades beneficiosas de estas plantas (efectos antioxidantes, vasoconstricción...) ningún estudio científico avala las mil y una bondades que prometen.

Los únicos estudios que analizan estas plantas como adaptógenos (en su concepto total) son escasos y, siendo muy positivos, con metodologías dudosas. Por tanto, no podemos decir que exista ningún tipo de evidencia sobre los adaptógenos como tal. Volviendo a los estudios sobre las propiedades de las plantas (propiedades fitoactivas), estos pueden llevarnos a equívoco.

A pesar de que sí que existen indicios de propiedades antitumorales o antiinflamatorias en algunos de estos adaptógenos (por poner algunos ejemplos) lo cierto es que son fenómenos muy concretos cuyos mecanismos no sostienen todas las propiedades que se les atribuyen.

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Básicamente, a los adaptógenos se les da una fama de ser productos totipotentes, capaces de ayudar al cuerpo a regularse mejor, pero en ningún caso se explica satisfactoriamente o a nivel fisiológico los mecanismos existentes tras estas supuestas propiedades. Tampoco existen estudios de poblaciones o de resultados de aplicación que arrojen resultados claros.

Por el momento, los alimentos adaptógenos no son más que un puñado de promesas, con algunas propiedades positivas que se emplean para justificar todo tipo de milagros que solo tienen una parte buena y nunca una parte mala o inocua, como sería lo lógico en cualquier sustancia. Milagros que no se han podido comprobar, por otro lado y, por ello, la ciencia no avala su uso en ningún caso.

Imágenes | Unsplash

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