Por qué has oído que el chocolate es saludabe (pero en realidad no lo es)

Por qué has oído que el chocolate es saludabe (pero en realidad no lo es)

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Por qué has oído que el chocolate es saludabe (pero en realidad no lo es)

Ojalá fuese así, porque personalmente el chocolate me encanta como le gusta a cualquiera con unas papilas gustativas funcionales y bien enseñadas. Que el chocolate fuese sano para el corazón, combatiese el envejecimiento y las enfermedades que él se derivan y, a ser posible que nos hiciese más listos, más altos y más guapos.

En torno al chocolate corren muchos mitos, basados a veces en la cultura popular y otras veces en estudios científicos sesgados, mal interpretados o titulados de forma atractiva pero incorrecta. La clave está en qué es exactamente el chocolate.

No es el chocolate, es el cacao

Para explicarlo, olvidémonos del chocolate por un momento y vayamos al cacao, una especie vegetal (Theobroma cacao) que habita en Centroamérica. En sus orígenes, no era un alimento dulce, sino que se utilizaba en platos salados o para fabricar bebidas amargas. Fueron los europeos los que, cuando importaron el cacao durante la conquista de América, idearon nuevas recetas en las que lo convirtieron en postres y golosinas.

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Para ello, entre otras cosas, el producto del cacao se mezcla habitualmente con leche, azúcares y grasas. Y aquí está la clave: mientras que el cacao tiene ciertas propiedades y componentes que se consideran beneficiosos para la salud, esos azúcares y grasas hacen que el chocolate, dependiendo de la composición concreta de cada uno pero casi en la mayoría de los casos, más perjudicial que saludable.

De hecho, son unas moléculas dentro del cacao

La clave parecen ser unas moléculas llamadas flavonoides, unas moléculas que se encuentran en una variedad de plantas, incluido el fruto del cacao.

Diversos estudios señalan que estos compuestos tiene efectos beneficiosos sobre el sistema cardiovascular, ya que ayudan a dilatar los vasos sanguíneos y con ello a reducir la presión arterial. También reducen los índices de oxidación del colesterol malo y la agregación de plaquetas, evitando así la formación de trombos.

Estudios recientes sugieren también que estas moléculas tienen efectos beneficiosos en nuestras capacidades cognitivas, mejorando la memoria y la velocidad de procesamiento entre otras cosas, especialmente en personas en situación de riesgo, como las de más edad o aquellas que padecen demencia temprana.

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El problema es que en el proceso que sufren las semillas del cacao hasta convertirse en las tabletas y productos de chocolate que solemos consumir, en el que se calientan, se hierven y se trituran, se pierden la mayor parte de los flavonoides que contienen las primeras, lo cual elimina en su mayor parte estos efectos beneficiosos.

El cacao (y sus flavonoides) son amargos

LA calve es el sabor. Algunos productores de chocolate han desarrollado procesos de producción que tratan de evitar la destrucción de los flavonoides, y los chocolates con un alto contenido en cacao tienen más contenido también de estas moléculas.

Pero esos resultados no se parecen necesariamente a lo que a la mayoría de los consumidores les gusta del chocolate: su dulzor, su cremosidad... La mayoría de los productos de chocolate tienen un bajo contenido en cacao, y por tanto en flavonoides, y un alto contenido en azúcares y grasas. La palma se la lleva el chocolate blanco, que ni siquiera debería llamarse chocolate porque de hecho no contiene absolutamente nada de cacao.

¿Quiere esto decir que no debes comer chocolate?

No, lo que quiere decir es que no debes comer chocolate pensando que es un alimento saludable. Es importante que estés bien informado a la hora de alimentarte para que tomes decisiones conociendo sus consecuencias.

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Sí que es posible extraer algunas conclusiones útiles a la hora de elegir qué chocolate quieres comerte. La principal, es que busques el chocolate con un mayor contenido de cacao posible, ya que así disfrutarás de mayores propiedades beneficiosas y, de paso, de un sabor más parecido al original, renunciando a azúcares y grasas añadidos.

Imágenes | iStock
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