Por qué la natación no es la solución a tus dolores de espalda (aunque te lo recomiende tu médico)

Por qué la natación no es la solución a tus dolores de espalda (aunque te lo recomiende tu médico)

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Cuando tenemos algún tipo de molestia o malestar tendemos a acudir al médico de cabecera en el mejor de los casos o a urgencias en el peor si el problema es mayor o sospechamos que pueda ser mayor.

Saber cuando acudir al médico es bueno, pero lo cierto es que existen muchas otras ramas sanitarias que pueden ofrecernos un diagnóstico y tratamiento más preciso dado que la disciplina que dominan los profesionales de estas ramas es la específica para nuestro problema.

Dicho esto, es habitual que existan conflictos y encontronazos entre las recomendaciones que daría un médico y un fisioterapeuta ante un mismo dolor de espalda. A veces el conflicto puede suceder entre profesionales del mismo tipo.

Yo soy un humilde entrenador que sabe derivar a pacientes al profesional oportuno cuando es necesario, pero como especialista en entrenamiento de fuerza y con cientos de clientes a mis espaldas, tengo mi propia opinión formada y fundada sobre el hecho de recomendar la natación por defecto a las personas que sufren dolor de espalda.

En este artículo te argumento por qué en muchísimos casos la recomendación de practicar natación es arbitraria, carente de criterio e incluso nociva para una persona con dolor de espalda.

"¿Te duele la espalda? Nada en la piscina"

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Puedo asegurarte que como entrenador, la recomendación de nadar cuando se tiene dolor de espalda es en la mayoría de casos puramente arbitraria. 

Cuando se padece dolor de espalda puede que lo peor que pueda pasarte es que te asesoren y te aconsejen desde una perspectiva evitativa, es decir, en lugar de buscar el fortalecimiento, la autonomía y la autoconfianza de la persona, lo que se busca es victimizarla, fragilizarla y evitar aquellas actividades que, para algunos profesionales, son peligrosas o de alto impacto, como las pesas. 

Nadar muchas veces es percibido como una actividad sin impacto en la que la flotabilidad del agua resta carga compresiva sobre la columna de quien padece dolor lumbar. Hasta aquí, bien. El problema es cuando recomiendas lo mismo a todo el mundo independientemente de la causa del dolor lumbar o de las diferentes manifestaciones del mismo. 

Lo malo de hacer natación si te duele la espalda

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Decíamos que en la mayoría de casos la recomendación de nadar cuando nos duele la espalda es arbitraria. Tengamos en cuenta, eso sí, que hablamos en general y que dependiendo de la causa del dolor puede convenir realizar unas acciones u otras. 

No obstante, una persona con dolor lumbar debería centrarse en fortalecer y blindar su espalda, ganar confianza en sus capacidades sin estar condicionado por el dolor actual o por dolores futuros que "podría tener" y sobre todo sentirse todo lo contrario a frágil. Eso se puede conseguir entrenando la fuerza y, ¿por qué no?, nadando también, pero es que esto último va a quedarse corto sin lo primero. Pero además, no solo puede quedarse corto, es que en muchas personas puede ser contraproducente. Veamos por qué. 

Nadar requiere, entre otras cosas, de una buena movilidad en los hombros para poder realizar el gesto de forma eficiente. Además, también deberemos aprender a respirar por los dos lados, girando el cuello a un lado y a otro. 

Si no gozamos de una buena movilidad en los hombros, lo que suele suceder es que compensamos hiperextendiendo la columna, es decir, incrementando nuestra lordosis lumbar. Para una persona con sensibilidad en estos gestos puede ser un infierno mantenerse nadando así. 

Por otra parte, si nos asfixiamos al no controlar la respiración mientras nadamos porque no tenemos buena técnica, lo que acaba sucediendo es que nos mantenemos con la cabeza fuera del agua todo el tiempo, es decir, con una hiperextensión cervical, como hacen los perros. Esto, una vez más, puede ocasionar molestias en las cervicales o agudizar las que ya tenemos. 

Son solo un par de ejemplos con los que pretendo explicar cómo la recomendación de nadar, pudiendo parecer inocua e inofensiva, puede acabar empeorando los dolores que ya teníamos antes de practicar natación. 


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