No lo llames amor, llámalo química: lo que ocurre dentro de tu organismo cuando te enamoras

No lo llames amor, llámalo química: lo que ocurre dentro de tu organismo cuando te enamoras

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No lo llames amor, llámalo química: lo que ocurre dentro de tu organismo cuando te enamoras

¡Feliz Día de San Valentín! Como en Vitónica estamos a favor de celebrar todo lo que sea bueno y positivo para nosotros y el amor, cuando es de verdad, lo es, hemos querido sumarnos a este día en el que los enamorados se festejan a sí mismos.

Pero como también estamos a favor de la ciencia, los datos y las evidencias, hemos decidido hacerlo contándoos por qué lo que creemos que es un sentimiento profundo pero intangible, abstracto y misterioso de hecho no lo es tanto. Hay mucho de ciencia, y en concreto, mucho de química, detrás de eso que llamamos amor.

No es el corazón, es el cerebro

Piensa en la última vez que hablaste con alguien que considerabas muy atractivo. Si te pareces en algo a la mayoría de nosotros, mortales, probablemente tartamudeaste, o dijiste algo muy estúpido, absurdo u obvio. Quizá te salió una voz aguda y estridente que ni tú mismo reconocías y notaste el corazón latiendo a toda velocidad.

No es raro, nos pasa a todos y de hecho de ahí viene la confusión de pensar que el amor ocurre en el corazón. No es así: es nuestro cerebro el que se enamora.

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Según el equipo de la doctora Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, el amor romántico se puede dividir en tres categorías: lujuria, atracción y cariño, y aunque unas se solapan con otras, cada una de ellas está mediada por su propia combinación de hormonas.

  • Lujuria: las responsables son la testosterona y los estrógenos.

  • Atracción: creada por la dopamina, la norepinefrina y la serotonina.

  • Cariño: mediado por la oxitocina y la vasopresina.

Lujuria: deseo de gratificación sexual

La lujuria tiene una base biológica: la necesidad que compartimos todos los seres vivos de reproducirnos

La lujuria, que sería la primera fase de lo que llamamos amor, es el deseo de obtener una gratificación sexual. Tiene una base biológica : la necesidad que compartimos todos los seres vivos de reproducirnos para transmitir nuestra carga genética y así contribuir a la perpetuación de nuestra especie.

Aquí el hipotálamo juega un importante papel estimulando a los testículos y los ovarios para que produzcan testosterona y estrógenos. Aunque una y otra hormona se consideran tradicionalmente masculina y femenina respectivamente, ambas están presentes en ambos sexos y tienen sus funciones.

Parece que la testosterona aumenta la libido, y aunque el efecto de los estrógenos no es tan pronunciado, muchas mujeres aseguran sentir más deseo sexual los días en torno a la ovulación, cuando los niveles de estrógenos son más altos.

Atracción: el amor como recompensa

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Lujuria y atracción están íntimamente relacionadas pero no tienen por qué ser lo mismo. Fisher las distingue explicando que la atracción incluye los mecanismos de recompensa del cerebro, que es en parte el motivo por el que las primeras semanas o meses de una relación amorosa pueden ser tan emocionantes y absorbentes.

En esos mecanismos interfieren varias sustancias. Una de ellas es la dopamina, generada en el hipotálamo, que es segregada cuando hacemos algo que nos hace sentir bien. En este caso, esas cosas que nos hacen sentir bien serían pasar tiempo con la persona amada y mantener relaciones sexuales con ella. Cuando nos sentimos atraídos por una persona segregamos mucha dopamina y mucha norepinefrina, otra sustancia relacionada.

La combinación de ambas nos hace sentir como mareados, eufóricos, hiperactivos e incluso nos quita el apetito y el sueño: llegas a estar tan enamorado que ni comes ni duermes.

Las personas que padecen un trastorno obsesivo-compulsivo también tienen niveles bajos de serotonina, lo que ha llevado a los científicos a especular si ese es el motivo de esa obsesión que sentimos en las primeras etapas del amor

De hecho, la norepinefrina, también llamada noradrenalina, juega un papel importante en la respuesta "pelea o huye", que se hace con el control de nuestro cuerpo en situaciones de amenaza inminente y nos mantiene alerta. Algunos estudios con escáneres cerebrales de personas enamoradas y en fase de atracción mostraban que la respuesta de recompensa se dispara al ver la foto de la persona de la que están enamoradas, haciéndose con el control del cerebro.

Por último, en la atracción parecen disminuir los niveles de serotonina, una hormona que está involucrada en el apetito y el estado de ánimo. Es interesante porque las personas que padecen un trastorno obsesivo-compulsivo también tienen niveles bajos de serotonina, lo que ha llevado a los científicos a especular si ese es el motivo de esa obsesión que sentimos en las primeras etapas del amor.

El cariño es lo que dura

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Por último, el cariño suele ser el sentimiento predominante en las relaciones a largo plazo. Mientras que la lujuria y la atracción son casi exclusivas de las relaciones románticas, el cariño está también en las relaciones amistosas, en las familiares, en la cordialidad y en muchas otras formas de intimidad. Aquí las protagonistas son la oxitocina y la vasopresina.

Igual que la dopamina, la oxitocina se produce en el hipotálamo y es liberada en grandes cantidades durante el sexo pero también en el momento del nacimiento de un bebé y durante la lactancia. Parecen actividades extrañas para que estén tan relacionadas entre sí, y no todas son necesariamente agradables, pero tienen un factor común: preceden a un momento de unión, de vinculación especial entre dos personas.

También es una muestra de que lujuria, atracción y cariño no son lo mismo: podemos sentir cariño hacia nuestra familia y nuestros hijos, pero no lujuria o atracción.

Cuando el amor duele

Hasta aquí todo ha sido bonito en nuestra química del amor. Pero todos por experiencia sabemos que esto no siempre es así. A veces el amor duele: celos, comportamiento errático, pensamientos irracionales, pena y desamor. Pues parece que esas mismas hormonas son responsables de este otro lado no tan bonito de las relaciones románticas.

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La dopamina es la responsable de las respuestas de recompensa del cerebro, las buenas y las malas, y de hecho juega un papel importante en los problemas de adicción. Las mismas regiones del cerebro que se activan cuando sentimos atracción por alguien lo hacen cuando personas adictas consumen cocaína, y también cuando las personas afectadas por trastornos alimenticios se dan un atracón.

Es decir, que en el cerebro, la atracción es muy parecida a una adicción por otra persona, y cuando una persona con una adicción pasa por un síndrome de abstinencia su cerebro se comporta de forma muy similar a cuando una persona enamorada se ve separada del sujeto de su amor.

Las mismas regiones del cerebro que se activan cuando sentimos atracción por alguien lo hacen cuando personas adictas consumen cocaína

Algo parecido ocurre con la oxitocina: que demasiada cantidad de algo bueno puede convertirse en malo. Estudios recientes con drogas que se utilizan para salir de fiesta, como el MDMA, muestran que la oxitocina puede ser la hormona detrás de los efectos de sociabilidad y bienestar que producen y que llevados al extremo nos pueden causar una distorsión del entorno en el que nos encontramos y provocar que actuemos de forma temeraria.

Además, el papel de vinculación que juega la oxitocina agudiza los sentimientos positivos que tenemos hacia nuestros familiares, amigos y otros seres queridos porque actúa de fondo, a medida que vamos creando esos lazos, recordándonos por qué les queremos y aumentando nuestro afecto hacia ellos. Y aunque esto puede ser bueno, también parece jugar un papel en sentimientos nacionalistas, racistas o xenófobos, reforzando las relaciones que ya tenemos y excluyendo a todo el que nos parece diferente o que consideramos intruso.

De la lujuria a la vergüenza

Hay en torno al sexo aun mucho prejuicio y mucho tabú que nos llevan a sentirnos avergonzados por cosas que no tienen nada de malo. Pero es interesante ver esto desde el punto de vista cerebral.

Al parecer el deseo sexual anula algunas partes del cerebro que participan en el proceso de pensamiento crítico, comportamiento racional y autoconciencia, y por eso a veces el amor puede volvernos un poco idiotas. ¿Nunca has hecho por amor alguna tontería? Pues esta puede que sea la causa.

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