"Mi niño no me come nada de verdura": la explicación es más sencilla de lo que creemos

"Mi niño no me come nada de verdura": la explicación es más sencilla de lo que creemos

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"Niño, cómete la verdura". Diariamente se repiten frases similares entre padres e hijos en torno a la mesa. "Este niño no me come nada" es otra de ellas que suele comentarse entre padres. ¿Puede tener una explicación el hecho de que haya niños que coman "mejor" y otros que coman "peor? La exposición a ciertos alimentos en los primeros años de vida marca significativamente la atracción hacia alimentos más o menos sanos en la infancia y años siguientes.

Los primeros años de vida son importantes para la obesidad infantil y adulta

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La obesidad infantil es una epidemia mundial que ha aumentado en las últimas décadas a pesar de los esfuerzos preventivos para evitarlo. En Estados Unidos se estima que el 20% de los niños y adolescentes entre dos y 19 años tienen obesidad.

Una ganancia rápida de peso en los primeros dos años de vida se asocia con niños obesos años después. La prevención de la obesidad infantil pasa por controlar esas rápidas ganancias de peso durante los primeros años de vida (3 - 5 años).

Algunas intervenciones como la Colaboración para la Prevención Temprana de Obesidad Infantil (EPOCH por sus siglas en inglés) exponen cuáles son los factores más importantes a seguir en esos primeros años de vida:

  • Extender la duración de la lactancia
  • Introducir alimentos en el tiempo correcto (seis meses)
  • No ingerir comida pobre en nutrientes y alta en calorías
  • Limitar la exposición a pantallas
  • Grandes cantidades de sueño y movimiento

La infancia es un periodo crítico para desarrollar las preferencias y hábitos alimenticios

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"Los niños son una esponja", es una de las frases más utilizadas por los adultos. La infancia es un periodo muy sensible en el que los niños aprenden y se desarrollan según su entorno: sonidos, texturas y sabores. La leche es el primer alimento que un recién nacido toma horas después de venir al mundo.

A partir de los seis meses la leche comienza a ser insuficiente como fuente de nutrientes, por lo que comienza a ingerir comida sólida. El periodo entre los seis meses y los dos años se denomina periodo complementario alimentario, y aquí los niños comienzan a aprender sobre los sabores y texturas.

En estos meses los niños son muy receptivos a comer una gran variedad de comidas y sabores, siendo lo más importante que se promueva la ingesta de alimentos densos como la verdura y se evite lo máximo posible productos de baja densidad.

Un producto denso es aquel que nos aporta mucha fibra, vitaminas y minerales por cada caloría. Si es poco denso ocurre lo contario: muchas calorías y poca fibra, vitaminas y minerales. En función de lo que consuma el niño en este periodo tan sensible hasta los dos años marcará en gran medida sus preferencias años después.

Palatabilidad, la base de todo

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La palatabilidad es la cualidad de un alimento para ser grato al paladar. Eso determina nuestra preferencia por unos productos u otros, y la evidencia científica indica que dichas preferencias están altamente influenciadas por la exposición temprana a los alimentos.

Si exponemos al niño a alimentos poco densos e insanos en este periodo crítico, habrá más probabilidad que los consuma posteriormente, lo que se asocia con un mayor riesgo de obesidad infantil.

Por en contrario, si el niño ingiere una gran variedad de frutas y verduras, encontrará estos alimentos gratos al paladar durante los siguientes años. Sobra decir que si consumimos una dieta rica en estos alimentos seremos más saludables y hay un menor riesgo de obesidad.

Esa elección marca también la saciedad, que si bien se regula bien con alimentos densos, no ocurre lo mismo con alimentos poco densos. La muestra es que nosotros no somos capaces de comernos una gran fuente de vegetales y verdura porque nos "llenamos", pero nos comeremos el triple de calorías en un minuto al ingerir un bollo ultraprocesado.

Azúcar en productos que no vemos

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La leche de fórmula es uno de los alimentos que suele utilizarse si no hay lactancia materna o como complemento a la misma. Gran cantidad de estos productos contienen azúcares añadidos, tanto como 7,7g por cada 100 calorías.

Los niños que consumen solamente leche de fórmula con azúcares añadidos pueden ingerir el equivalente a dos refrescos azucarados al día. Las investigaciones muestran que esos niveles elevados de azúcar en este periodo sensible podría producir una elección hacia alimentos dulces, y un alejamiento de frutas y verduras.

Los productos hiperpalatables tienen una mezcla de ingredientes que activan conexiones neurales y nos hacen "querer más". La exposición a estos productos hiperpalatables en los primeros años de vida, y su consumo repetido durante la infancia, puede influir en el establecimiento de hábitos alimenticios.

En ese momento ya entran en juego las preferencias neurobiológicas, que van más allá de la textura y sabor de los alimentos. Los alimentos pueden producir el mismo comportamiento adictivo que otras drogas, más aún si su ingesta arranca en los primeros años de vida.

Nos alimentamos a base de productos hiperpalatables

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Como las drogas, cada vez querremos más y cada vez nos hará menos efecto.  Es una forma muy alarmante y reduccionista de exponerlo, pero no se aleja mucho de la realidad. El verdadero problema es que muy pocos niños no están expuestos a estos alimentos, bien porque no nos damos cuenta o bien porque no le damos importancia.

Algunos estudios revelan que más del 90% de niños consumen productos hiperpalatables en los primeros 15 meses de vida. Entre el 38% - 52% de la ingesta de energía de los niños proviene de este tipo de productos hiperpalatables, es decir, prácticamente la mitad de su dieta.

Entre esos productos destacan la leche de fórmula con azúcares añadidos y los preparados para bebés que varían su textura y sabor con respecto a los mismos alimentos tomados de forma separada, o preparada de forma casera.

Mensaje para llevar a casa

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Sí, "los niños son una esponja" y por esa razón debemos controlar los productos que ingieren. Son muy vulnerables a nivel neurobiológico, por lo que estar expuestos a alimentos muy sabrosos puede hacerles desear esos productos y desechar otros saludables como frutas y verduras.

La leche materna será la mejor opción en los primeros seis meses, por encima de leche de fórmula. Los purés y preparados caseros contarán con una mayor densidad que la mayorías de productos industriales. El niño irá aprendiendo texturas y sabores de frutas, verduras y alimentos saludables en los primeros años de su vida.

Si evita lo máximo posible los alimentos hiperpalatables durante la infancia, que es el periodo crítico que establece nuestras preferencias alimenticias, el niño se sentirá más atraído por la comida sana que por la insana. Eso, indudablemente, le ayudará a controlar su peso en cualquier etapa de su vida.

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Imagen de portada | Tanaphong Toochinda (Unsplash)

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