"Voy a echar una cabezadita": así es la siesta perfecta para la salud

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La siesta es un arte. Como quien pinta un cuadro, las cabezadas a lo largo del día, especialmente después de comer, son muy personales: en la cama o en el sofá; de unos minutos o de horas; por gusto o por necesidad... Hay una amplia investigación científica que analiza cómo afecta la siesa a nuestra salud física, mental y social. Uno de los últimos estudios ha probado si las características de la siesta afectan a la obesidad y síndrome metabólico.

Siesta sí, pero no de cualquier forma

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Nuestro estilo de vida ha cambiado drásticamente con el paso de los siglos. Hubo una época, aunque no lo parezca, que no existían los pitidos del despertador que se han convertido para muchos en el sonido más odiado. ¿Y cómo se despertaban entonces?

El canto de las gallinas, o su reloj interno, les avisaba cuando ya era de día o habían dormido lo suficiente. También afectaba que no tenían que estar a las ocho en una reunión, o desayunar con prisa porque empezaban el colegio.

Entre los despertadores actuales y los despertares naturales, se encontraba la figura del 'despertador humano', que no era más que una persona que se contrataba para despertarnos. Además de modificar la forma de despertarnos, también hemos cambiado la hora en que nos acostamos, y esa es la razón por la que necesitamos despertadores.

Más allá del cambio en el estilo de vida a la hora de despertarnos, también hemos modificado nuestros patrones de sueño. Hace bastantes años, aunque no tantos si miramos con perspectiva histórica, nos íbamos a dormir mucho antes, y nos despertábamos al amanecer.

A lo largo del día era común echarse alguna cabezadita, lo que viene siendo hoy en día la siesta. Dicen que del amor al odio hay una línea muy fina, igual que ocurre con la siesta y al salud.

Una investigación reciente ha comprobado cómo la siesta nos sirve para mejorar el rendimiento, el estado de alerta y la salud, pero si no la hacemos correctamente, dicha siesta se asocia con factores de riesgo para la salud metabólica y una mayor probabilidad de obesidad.

¿Cómo es la siesta perfecta?

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Una siesta ha de ser corta (menos de 30 minutos), en el sofá u otro lugar que no sea la cama y separada un tiempo suficiente de la hora de irnos a dormir por la noche. Las siestas largas (más de 30 minutos) se asocian con un Índice de Masa Corporal más alto y mayor probabilidad de tener síndrome metabólico (41% más).

El hecho de dormir la siesta en la cama parece afectar a factores de salud como la presión arterial. Los investigadores achacan estos resultados a la postura que adoptamos en la cama, frente a la que tenemos en el sofá o sillón. El hecho de que la siesta no sea cerca de la hora de ir a dormir es para que no interfiera en el sueño nocturno.

En cualquier caso, este tipo de estudios de asociación tienen muchas limitaciones. Por ejemplo, las personas que dormían siestas más largas fumaban más o tenían trabajos nocturnos, lo que afecta directamente a la salud. Hemos comenzado el artículo diciendo que la siesta es un arte, y que cada uno debe 'dibujar su siesta'.

Lo realmente importante es dormir las horas recomendadas cada noche para la población general, entre siete y nueve horas, e intentar hacerlo cada día a la misma hora para regular nuestros relojes internos. A partir de ahí, si notamos fatiga o letargia a lo largo del día, ya sea después de comer o en otro momento, es interesante echarnos una siesta corta, que será como un reseteo a todos los niveles.

Puede que no la necesitemos, pero que haya días en los que sí, ya sea por una comida abundante, o por una mañana muy ajetreada. Lo que está claro es que la siesta es salud, pero deja de serlo si la hacemos mal.

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Imágenes | Adrian Swancar (Unsplash), Elvis Bekmanis (Unsplash), Loc Nguyen (Unsplash)

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