El fútbol juvenil es interesante, pero con medida

Estamos en una época de monopolio deportivo, en lo que a fútbol se refiere. Socialmente se ha convertido en un fenómeno de masas que arrastra desde el tiempo de noticias del telediario hasta el dinero que se lleva de los proyectos municipales de deportes.

Hay que tener en cuenta que se trata de un deporte de contacto (cuanto más baja la categoría, suele haber más) y competitivo. Además, el fútbol en campo natural suele ser irregular, con charcos cuando llueve, barro y hoyos, lo que se hace peligroso en una carrera a toda velocidad en la que además se debe prestar atención al balón y al contrincante.

Los aspectos positivos que ofrece son la autonomía para los niños, que aprenden a ser independientes ante sus compañeros sin depender del adulto, a preparar su equipo (ropa, botas), enfrentarse a desafíos y tolerar inclemencias como el frío o la lluvia.

El problema está en hacer de este deporte una obsesión. Es obvio que el 99% de los niños que practican este deporte no van a ser futbolistas de élite y que es prioritario que disfruten del ejercicio sobre los resultados.

Por último, hay que ser cautos con los programas de entrenamiento: ensayar las caídas y las malas posturas con las botas de tacos, prevenir las colisiones y enseñar la prudencia ante el contacto (no es de valientes dejar la pierna). La experiencia muestra que un porcentaje altísimo de futbolistas juveniles tienen operada alguna rodilla antes de los 17 años.

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