Después de seis meses de alimentación vegetariana, este es mi balance

Después de seis meses de alimentación vegetariana, este es mi balance

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Después de seis meses de alimentación vegetariana, este es mi balance

Allá por el mes de mayo de este año comencé a llevar a cabo lo que había querido desde hace bastante tiempo: pasar de una alimentación omnívora a una dieta vegetariana (entendiendo "dieta" como "forma de alimentación", no como restricción). Hacía ya años que venía pensando en dar el paso, pero no encontraba el momento perfecto. Pero ya sabemos que "el momento perfecto es ahora", así que a principios de mes me decidí a comenzar una nueva vida sin carne ni pescado.

Más que las razones que me llevaron a cambiar mi modo de alimentación, que son personales, importan los resultados que he obtenido y cómo ha sido el camino hasta conseguir establecerme (seis meses creo que son suficientes para considerar que lo he conseguido). Os cuento cómo ha sido mi experiencia en este medio año de alimentación vegetariana y qué ha cambiado en mi día a día.

Los antecedentes: ¿cómo me alimentaba antes?

Vegetariano

La verdad es que el giro hacia una alimentación vegetariana no ha sido un gran cambio para mí, ya que no era una gran consumidora de carne ni de pescado. Mi alimentación ya se basaba mayoritariamente en frutas y verduras, e incluía en algunas ocasiones pescado azul y algunos embutidos como pechuga de pavo o de pollo que consumía sobre todo por comodidad o cuando comía fuera de casa.

La idea es pasar algún día al veganismo, aunque no tengo prisa: de momento he eliminado carnes y pescados, pero sigo consumiendo productos derivados de origen animal, como leche o quesos (los huevos los evito por cuestión de gustos).

¿Que ha cambiado en mi cuerpo?

Vegetariano

El hecho de eliminar la carne y el pescado de mi dieta sin duda ha supuesto cambios en mi cuerpo: llevo un control con una báscula de bioimpedancia desde el primer momento, por lo que ha sido fácil registrar los cambios.

En estos seis meses he bajado de peso, aproximadamente unos cinco kilos, y he bajado un 4% mi grasa corporal sin variar apenas la cantidad de masa muscular. Es importante en este punto decir que durante estos meses, aproximadamente hasta finales de septiembre, he seguido combinando entrenamiento de fuerza con cardio. A partir de octubre he centrado mi entrenamiento en la carrera y el Pilates, puesto que me estoy preparando para la Media Maratón del año que viene. También he rebajado medio punto el indicador de grasa visceral.

En cuanto a las analíticas, todo bien: no hay anemia, que era una de las cosas que más me preocupaba, el colesterol siempre lo he tenido un poco alto y ha bajado ligeramente, y lo demás todo en orden.

¿Qué ha cambiado en mi alimentación?

Vegetariano

Las frutas y verduras siguen siendo la base de mi alimentación,si bien el hecho de no poder echar mano de ciertos productos que me venían muy bien como consumo esporádico (como la mentada pechuga de pavo o de pollo) ha hecho que abra un poco más el abanico de estas últimas. Antes me limitaba a lo más típico como brócoli, espinacas, lechuga, tomate... y ahora sí que consumo otros tipos de verduras y hortalizas que antes no estaban en mi lista de la compra: acelgas, zanahorias, calabacín, remolacha, lombarda, pimientos y un largo etcétera.

Antes no consumía demasiadas legumbres, y ahora se han convertido en un must de mi alimentación: garbanzos cocidos, bien en ensalada o bien en forma de hummus, lentejas (también en ensaladas, que le dan un toque muy especial), guisantes, judías... Al combinarlas con cereales, como el pan, la pasta y el arroz integral, nos proporcionan proteínas con un aminograma completo, si bien su valor biológico es más bajo que el de las proteínas de origen animal. Muy de vez en cuando tomo algún batido de proteínas, solo cuando no puedo realizar una comida "en condiciones" por falta de tiempo.

Sí consumo algunos productos enriquecidos con vitamina B12 porque no tomo un suplemento como tal: en el mercado podéis encontrar tofu, cereales o levadura de cerveza enriquecidos con B12 que ayudan a cubrir las necesidades básicas de esta vitamina.

¿Cómo ha cambiado mi rendimiento deportivo?

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Como os he dicho, durante los primeros meses mantuve el entrenamiento de fuerza combinado con el cardio, como venía haciendo anteriormente, y la verdad es que no noté cambios en el rendimiento. Seguía moviendo los mismos pesos y entrenando con la misma intensidad: en ningún momento me encontré cansada, sin ganas, ni comencé a sentir fatiga antes de lo habitual.

Desde octubre he incorporado más sesiones de Pilates combinándolos con los entrenamientos de carrera, y he dejado un poco más de lado el entrenamiento de fuerza. Sí he mejorado, y bastante, en carrera: he bajado mis tiempos y mejorado mis ritmos, aunque esto creo que es debido al entrenamiento más intensivo, más que a la alimentación. Eso sí: llevo unos cinco kilos menos "de equipaje", que se notan en la velocidad y en las articulaciones.

Hace poco me hice una prueba de esfuerzo (os lo contaré con detenimiento en otro post) y los valores salieron perfectos: excelente en el consumo de VO2 y muy buena recuperación, además de una presión senguínea baja cuando toda mi familia es hipertensa. En ese sentido, no ha habido cambios a peor derivados de la alimentación.

¿Y qué pasa con la vida social?

Vegetariano

Nadie en mi entorno es vegetariano, lo cual pensaba que iba a jugar en mi contra, pero nada más lejos de la realidad. Quizás los que menos me han entendido hayan sido mis padres, que a día de hoy siguen preguntándome si quiero una pechuga de pollo cuando como con ellos, pero con decirles que no como carne está bien.

A la hora de comer fuera de casa, a día de hoy siempre hay opciones vegetarianas en cualquier restaurante: un plato de pasta, una ensalada, un plato de verduras a la plancha, algo de legumbres... Hay mucho donde elegir. Los viernes o los sábados por la noche, si con mis amigos o mi pareja pedimos algo para cenar en casa, hemos tirado siempre de quid pro quo: unos días se pedía la pizza solo con vegetales, y otras veces ellos cenaban la pizza o hamburguesa que querían y yo me preparaba mi cena. Hoy por ti, mañana por mí. Un diez para ellos en ese aspecto.

En estos meses he ido a bodas donde me han servido el menú vegetariano (previo aviso) sin ningún problema, he viajado dentro y fuera de España y he podido comer sin carne ni pescado de la forma más normal del mundo. A estas alturas ya nadie te mira de forma extraña cuando preguntas por los platos vegetarianos.

Lo bueno, lo malo y lo mejor

Vegetariano

¿Qué me llevo de toda esta experiencia? Comenzaremos con lo bueno: algo para mí muy importante, porque antes no lo hacía tanto como ahora, es que me he acercado más a la cocina. Una de las claves para comer sano es cocinar, cocinar mucho, y yo muchas veces tiraba de congelados o precocinados. Ahora cocino prácticamente a diario y elaboro mis propios platos con alimentos reales: eat real food, my friend.

¿Lo malo? Mentiría si dijera que algunas veces no me apetece comerme un buen plato de pasta con salmón, o unas gulas, o una hamburguesa: sí que lo echo un poco de menos, porque me gusta su sabor. Pero no es un deseo irrefrenable que haga que me ponga mustia o de mal humor: es una decisión que he tomado y la llevaré adelante.

Lo mejor, sin duda, ha sido descubrir un mundo nuevo de posibilidades en cuanto a alimentación: nuevos platos, nuevos alimentos, nuevas opciones. También me llevo personas que me han ayudado, blogs que consulto con asiduidad (os recomiendo Dime qué comes, de Lucía Martínez, que además acaba de sacar un libro de recetas vegetarianas junto con Creativegan) y páginas web donde he podido encontrar un montón de información (habrá post recopilatorio).

Si queréis iniciaros en el vegetarianismo, os animo a comenzar con la iniciativa de los "lunes sin carne" para comenzar de forma progresiva. Bon appétit!

Imágenes | Thinkstock y Gwen
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