El 5G no es cáncerígeno, según sabemos, aunque Suiza le cierre las puertas

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Santiago Campillo

Colaborador

Licenciado en Biología, divulgador científico y autodidacta a tiempo parcial. Gentilhombre del S. XXI. La Comunicación Científica es mi pasión y también mi profesión cuando se deja. Inquieto por naturaleza, cómodo por vicio y creativo por enfermedad.

Aunque lo parezca, el tema no es reciente: el miedo a lo desconocido ataca de nuevo, esta vez con el 5G de protagonista. La decisión de Suiza de limitar esta tecnología ha levantado ampollas, y dirigido la opinión pública hacia el temor al cáncer.

Pero, ¿existen razones para temer? ¿Realmente hay una relación entre el cáncer y la tecnología 5G? ¿En qué consiste, exactamente? ¿Qué evidencias tenemos? Y, ¿por qué esta alarma? Las incógnitas son muchas, pero las respuestas también.

¿Qué es el 5G?

Antes de nada, ¿de qué hablamos cuando decimos 5G? Este acrónimo hace referencia a la quinta generación de tecnología en telecomunicaciones. En concreto, 5G es como se conoce a la tecnología y los estándares de comunicación inalámbrica que evolucionan de la actual 4G LTE. Este sistema nos permitirá llamar, escribir y navegar por internet a una velocidad de transferencia muchísimo más alta permitiendo a más dispositivos conectarse al mismo tiempo. En concreto, la red 5G permitiría multiplicar la velocidad de la red entre 10 y 20 veces.

Para poder usarla, hacen falta algunos cambios de infraestructura (emisores y receptores), lo que implica adoptar nuevas tecnologías que provienen de modificar las actuales, básicamente. En otras palabras, que no es algo 100% nuevo, sino que evoluciona de las tecnologías anteriores. Esto es importante porque deja a la luz una cuestión incómoda para los detractores del 5G: este miedo ya se ha tenido antes.

Efectivamente, ya se generalizó el mismo mensaje de miedo con la 4G y la 3G, por ejemplo. El último debate surge a partir de la suspensión, que no prohibición, del uso de 5G en sus fronteras. Su Gobierno ha decidido adoptar la tecnología con precaución y esperar a los primeros informes sobre el impacto de la salud que pudiera tener esta tecnología.

Sin embargo, lo cierto es que esas pruebas ya las tenemos. La tecnología 5G no cambia las propiedades físicas de las ondas electromagnéticas utilizadas en telecomunicaciones. De hecho, existen muy pocos cambios, y ninguno asociado a la salud, hasta la fecha, del hecho de adoptar este conjunto de medidas tecnológicas. ¿Por qué razón?

Radiaciones ionizantes y no ionizantes

El 5G utiliza bandas de frecuencia que ya se emplean actualmente, como la de 700MHz, que es la TDT, o la de 3-4GHz, una banda por debajo de las frecuencias WiFi, por ejemplo. En general, la tecnología 5G no emplea en sí mismo algo tremendamente novedoso, sino que reutiliza las medidas que ya conocemos en telecomunicaciones.

Una de las cosas que las hace diferentes es la manera de gestionar la intercomunicación. Con el 5G esta ya no es tan general e indiscriminada, sino que es dirigida, mejorando la conectividad y centrándola en los dispositivos. Esto quiere decir que, además, puede reducir la cantidad de radiación recibida, tanto en cantidad como en intensidad.

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Pero, ¿cómo afecta la radiación a la salud? En realidad, hasta donde sabemos, la radiación no provoca ningún efecto inmediato ni a largo plazo. Nos referimos, por supuesto, a la radiación dentro de los parámetros de seguridad estipulados. Los móviles, la WiFi, etc., no tienen efectos directos sobre la salud y esto tiene una explicación: la intensidad de la radiación.

La radiación puede ser de dos tipos: ionizante o no ionizante. Este concepto hace referencia a la posibilidad de ionizar un átomo, arrancando un electrón, debido a su enorme intensidad. Por ejemplo, la radiación de los materiales radiactivos de Chernobyl eran ionizantes. Las microondas no son ionizantes, mientras que la radiación ultravioleta de la luz, o los rayos X, sí lo son.

Como decíamos, ni la 4G LTE ni la 5G entran dentro de la categoría de radiación ionizante. Es decir, nos son capaces de producir cambios en los tejidos, por lo que no tendría sentido que pudieran alterar el ADN o la composición molecular de la célula y, como consecuencia, producir un cáncer.

Cancerígeno o no cancerígeno, esa es la cuestión

Pero el cáncer no solo se produce por radiaciones ionizantes, aunque en cuanto hablamos de ondas electromagnéticas es la única cuestión importante. ¿Existe algún otro sistema por el cual las ondas producidas por la 5G pudieran provocar cáncer? Que sepamos, no. De hecho, parece muy improbable, según las evidencias científicas, de que esté relacionado con algún tipo de tumor. Sencillamente, no existe una relación que lo demuestre, ni pruebas de que sea así.

A pesar de ello, Suiza ha limitado su instalación por el momento. ¿Por qué? No es la primera vez que este país toma medidas preventivas. De hecho, los habitantes de Suiza son bastante activos en cuanto a defender su libertades a la hora de elegir por su salud. Eso no quiere decir que tomen decisiones adecuadas. Actualmente, Suiza mantiene dentro de su seguridad social muchas terapias consideradas como pseudocientíficas entre la comunidad.

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A pesar de ello, no está de más aprender a evaluar el riesgo de sufrir un cáncer. Esta no es una cuestión sencilla, ni mucho menos. Pero tampoco debemos olvidar que la decisión administrativa no siempre está en acuerdo con la evidencia científica que manejamos. El principio de precaución es bueno, y vela por nuestra salud, sin duda. Pero el alarmismo es malo, y juega un papel importante (y muy negativo) en nuestra sociedad.

Imágenes | Unsplash

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