Todo lo que necesitas saber del acné: qué lo causa y cómo puedes tratarlo

Todo lo que necesitas saber del acné: qué lo causa y cómo puedes tratarlo

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Todo lo que necesitas saber del acné: qué lo causa y cómo puedes tratarlo

Es la pesadilla de millones de adolescentes en todo el mundo, y también de miles de adultos: tener la cara llena de granos que no solo afectan a nuestra imagen y autoestima, sino que pueden causar dolor y, en los casos más agudos, dejar marcas en la piel durante años.

El acné es una enfermedad que muchas personas sufren en algún momento de su vida pero sobre la que sigue habiendo demasiados mitos y no tanta información como debería. Estas son sus causas y lo que debes hacer si la padeces.

¿Qué es el acné?

El acné es una enfermedad de la piel que afecta a las glándulas sebáceas.

Los pequeños agujeros que podemos ver en nuestra piel si la miramos de cerca se llaman poros y están conectados a través de unos tubos llamados folículos con las glándulas sebáceas que se encuentran bajo la piel y que producen una sustancia grasienta llamada sebo. Cuando el sebo sube por los folículos hacia los poros, arrastra consigo las células muertas que así son expulsadas hacia el exterior.

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Cuando un folículo se tapona por el motivo que sea, las bacterias que hay en el sebo o las células muertas crean una infección, y entonces se forma un grano. Dependiendo del tamaño, la infección y la profundidad a las que se formen, puede quedarse en una espinilla de punto blanco o negro, que se encuentran en la superficie o justo bajo la superficie de la piel, o convertirse en un nódulo o quiste, que se encuentran dentro de la piel y pueden requerir algún tipo de intervención quirúrgica.

La mayor parte de los granos se forman en la cara, el cuello, la espalda, el pecho y los hombros. No suelen suponer una amenaza grave para la salud, pero sí pueden ser molestos, dolorosos y dejar cicatrices.

¿Qué causa el acné?

Es difícil de decir, se trata de una enfermedad de factores complejos en la que intervienen varias causas en distintas medidas.

Factores genéticos

Si alguno de tus padres padeció episodios agudos de acné, es más probable que a ti te ocurra lo mismo, porque hay una relación entre la genética y esta enfermedad.

La genética afecta a la estructura del folículo, a la actividad de las glándulas sebáceas, a los niveles hormonales y a la respuesta del sistema inmune a las bacterias, que son algunos de los factores que intervienen en el desarrollo del acné.

Las hormonas

Cuando decimos que el acné es una enfermedad intensamente hormonal, la causa es que las hormonas regulan entre otras cosas la actividad de las glándulas sebáceas, la producción de sebo y la respuesta inmune a las bacterias que causan el acné. Por este motivo, etapas de la vida como la adolescencia y el embarazo están relacionadas con más probabilidades de padecer acné, y los anticonceptivos hormonales se utilizan a veces como tratamiento antiacné.

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También por esto, hombres y mujeres sufren acné de formas distintas: ellos, durante la adolescencia, con episodios más severos e inflamatorios; y ellas con menos virulencia durante esta etapa pero con más episodios en los años posteriores, de los 20 a los 40 años, cuando normalmente ellos ya no presentan la enfermedad.

Las bacterias

El acné, y en especial el acné inflamatorio está relacionado con la presencia de una bacteria, llamada Propionibacterium acnes (P. acnes) que habita dentro de los poros y folículos de la piel y genera moléculas que desencadenan la respuesta inmunológica que tiene como resultado las rojeces e hinchazones típicas del acné.

Por este motivo, a veces se prescriben antibióticos como parte del tratamiento contra el acné. Sin embargo, muchas variedades de P. acnes han desarrollado resistencia a los antibióticos de uso habitual, lo cual dificulta su tratamiento.

El entorno

La temperatura, la humedad o la luz del sol también afectan a la aparición o agravamiento del acné. El frío hace al sebo de la piel más denso, lo cual favorece el taponamiento de los poros. La sequedad del ambiente puede provocar la piel genere más sebo para protegerse.

El sol, las alergias y otros factores pueden influir en la producción hormonal, las estructuras de la piel o las colonias bacterianas que terminan influyendo en la aparición de los granos.

El estrés

El estrés es un factor conocido porque desequilibra los niveles hormonales y afecta al sistema inmune, y ambos están involucrados en la aparición del acné.

La dieta

Es un dicho común que ingerir alimentos grasientos afecta al acné y hace que nos salgan más granos. La ciencia no ha podido encontrar evidencias que sostengan esa creencia, pero sí parece haber una relación entre dietas ricas en azúcares y carbohidratos simples y el acné.

La comida grasa, el chocolate o la leche... ¿de verdad causan acné?

Como decimos, existe una creencia popular que asegura que comer ciertos alimentos hace que nos salgan granos: chocolate, embutidos, alimentos especialmente grasientos o lácteos. Esto no es cierto, o no del todo.

Es erróneo pensar que los alimentos grasientos hacen automáticamente más grasa nuestra piel, como si la grasa que ingerimos nos fuese a salir por los poros. Esto no ocurre así.

Pero sí es cierto que alimentos como el chocolate suelen ser altos en azúcares, y que una dieta rica en azúcares aumenta el nivel de azúcar en sangre, un factor que sí está relacionado con la aparición y el agravamiento de brotes de acné.

En el caso de la leche, una serie de estudios sí que han relacionado su consumo con una mayor incidencia de acné. La causa podría estar en algunas hormonas que contiene la leche (en concreto una llamada factor de crecimiento insulínico 1 o IGF-1), que pueden afectar al metabolismo y el equilibrio hormonal que a su vez afecta al acné.

En cualquier caso, hacen falta más estudios para determinar exactamente cuál es la relación que parece existir entre el consumo de leche y el acné.

¿Qué debes hacer si tienes acné?

La mayoría de los casos de acné no necesitan atención médica específica, puesto que son brotes esporádicos, no muy severos y que terminan desapareciendo con el tiempo. La Academia Americana de Dermatología da algunos consejos sobre cómo manejar estos brotes.

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Para empezar, ¡no te toques! Es difícil resistir la tentación de explotarse una espinilla, pero intenta hacerlo. La piel se curará más rápido si dejas que lo haga sola que si te tocas y abres los granos por tu cuenta. De hecho, evita tocarte la piel en general, y no solo los granos.

Lávate la cara con agua tibia un par de veces al día, y especialmente después de sudar. Hazlo con delicadeza: utiliza jabones suaves y evita utilizar toallitas o esponjas, usa las yemas de tus dedos. Ten cuidado también al secarte: no te frotes con la toalla, mejor date toques suaves y presiona con cuidado.

Evita que te dé el sol y no utilices cabinas de bronceado. La luz del sol tiene rayos UVA que son muy agresivos con la piel, algo que se añade a la agresión que ya supone el acné. Utiliza un protector solar adecuado (pregunta en la farmacia) y ponte a la sombra.

Tratamientos para el acné

Si el acné te supone un problema, acude a un dermatólogo para que te recomiende un tratamiento tópico u oral.

Entre los primeros, los más habituales son los que contienen peróxido de benzoílo o ácido salicílico (aspirina), que causan que las células de la piel se renueven más rápido, limpian los poros y evitan que se obstruyan. Estos tratamientos requieren varias semanas de aplicación antes de apreciarse sus efectos.

El famoso Roacután

Entre los segundos, además de los antibióticos, el más conocido es la isotretinoína, comercializado durante muchos años como Roacután pero que ahora se encuentra también como otras marcas. Este medicamento actúa reduciendo la producción de sebo, reduciendo el ritmo de producción de células del interior de la piel, con lo que evita que se obstruyan los folículos, y tiene también propiedades antiinflamatorias.

Sin embargo, debe tomarse bajo prescripción médica y siguiendo sus indicaciones, ya que puede causar efectos secundarios como sequedad de la piel, los labios y los ojos, dolores en las articulaciones, anemia y cambios en los niveles sanguíneos de plaquetas y triglicéridos, entre otros. Además, nunca debe tomarse durante el embarazo o la lactancia, y se debe evitar por completo el consumo del alcohol durante el tratamiento.

Imágenes | iStock
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