Halasana: las claves para realizar la postura del arado de Yoga de manera perfecta

Halasana: las claves para realizar la postura del arado de Yoga de manera perfecta
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La postura del arado o halasana de Yoga es una de las asanas de semi-inversión más utilizadas en las sesiones de esta disciplina, puesto que es apta para todos los niveles. Las asanas semi-invertidas, en las que el corazón se encuentra por encima de la cabeza (en las invertidas son los pies los que deben quedar por encima de la cabeza), como la del arado nos ayudan a mejorar a circulación sanguínea y a liberar la carga de la zona lumbar.

La postura del arado, aunque puede parecernos muy complicada a primera vista, realmente no lo es tanto si seguimos todos los pasos y progresiones. Te explicamos cómo llegar a la postura del arado o halasana y cuáles son sus beneficios para tu organismo.

Los beneficios de la postura del arado o halasana

La postura del arado recibe su nombre debido a su parecido con un arado indio. En ella, la cadera se coloca por encima de nuestra cintura escapular, llevando los pies hacia atrás y hacia el suelo, y estirando los brazos en la dirección opuesta.

Los beneficios de la postura del arado son numerosos para nuestro organismo: nos ayuda a estirar toda la cadena posterior de nuestro cuerpo, especialmente la zona de los isquiotibiales, y también a estirar nuestra columna. Es beneficiosa también para fortalecer nuestros brazos que, ejerciendo presión contra el suelo, son los encargados de sorportar una parte de nuestro peso. Además, la entrada y la salida a esta postura nos hará trabajar la zona media de nuestro cuerpo.

Cómo se hace la postura del arado de Yoga

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Comenzamos tumbados boca arriba sobre la colchoneta, con los brazos estirados a ambos lados del cuerpo y las palmas de las manos apoyadas contra el suelo. Desde ahí levantamos nuestras piernas estiradas hasta llegar a formar un ángulo de 90 grados y lentamente llevamos nuestras piernas hacia atrás al mismo tiempo que nuestra cadera sube hacia el techo, colocándola por encima de la cintura escapular. Finalmente, apoyamos nuestros pies en el suelo mientras los brazos ejercen presión sobre el suelo.

El peso del cuerpo se encuentra repartido entre los brazos, los hombros y la punta de los pies: en ningún caso se encuentra sobre el cuello, que está relajado. Este es uno de los temores más comunes entre las personas que se sienten un poco intimidadas por esta postura: es importante que coloquemos el peso del cuerpo en los lugares correctos para evitar posibles lesiones.

Para realizar esta postura, sobre todo con principiantes, es importante la ayuda del instructor o profesor, que puede ir guiando las piernas poco a poco hasta colocarlas en el sitio correcto, además de supervisar que los brazos se encuentran activos y que la cadera llega a colocarse por encima de los hombros.

Además de ser una postura beneficiosa a nivel físico, también lo es a nivel psicológico: muchos practicantes de Yoga creen que es una postura a la que es muy difícil llegar cuando realmente es bastante simple, y el hecho de comprobar que son capaces de llevarla a cabo sin mayores problemas suele ser una gran fuente de energía para ellos.

Imágenes | iStock
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