Legionela en verano: cómo prevenir esta infección frecuente en los meses de más calor

Legionela en verano: cómo prevenir esta infección frecuente en los meses de más calor
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En 1976 apareció un virulento brote epidémico de neumonía entre los participantes de la 58º convención de la Legión Americana en Filadelfia. Un año después se descubrió al agente causante de semejante problema: Legionella pneumophila, o la legionela.

Aunque hay muchas especies de este microorganismo, uno en particular es capaz de provocar la conocida como fiebre del legionario, nombre otorgado a partir del suceso, capaz de poner en peligro la salud y la vida de quien la padece. Lo peor de todo es que esta bacteria podría estar acechando en nuestras casas.

¿Qué es la legionela y por qué provoca infecciones?

La legionela es el nombre común de un género bacteriano, Legionella, que vive en aguas estancadas y de una temperatura preferiblemente superior a 35ºC. Su crecimiento se ve favorecido por la presencia de materia orgánica que permite que crezcan otros microorganismos, como amebas, que utiliza como reservorio para crecer.

Dentro del género existen 48 especies y un total de unos 78 serotipos, aunque la más peligrosa para los seres humanos en L. pneumophila, causante de la legionelosis. Como decíamos, la legionela puede multiplicarse dentro de amebas, lo que a veces dificulta su control, aunque su aparición siempre está asociada a aguas estancadas.

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Pero no pensemos solo en charcos y lagunas. La legionela acecha en lugares tan comunes como los grifos, tanques de agua potable, piscinas, jacuzzis y hasta nebulizadores para mantener la temperatura en terrazas y sitios públicos.

Su afección se asocia mucho a grandes instalaciones, por la dificultad de su mantenimiento, pero la bacteria puede proliferar en casa, especialmente en verano, cuando suben las temperaturas. ¿Y qué ocurre si sufrimos una infección de este microorganismo?​

¿Qué consecuencias tiene la legionelosis?

La legionelosis es una enfermedad infecciosa que puede manifestarse de dos maneras. La enfermedad del legionario, como decíamos, es la variante más fuerte de la enfermedad infecciosa causada por este microorganismo. La otra, la fiebre de Pontiac, es más leve y cursa de forma más benévola.

Lo que ocurrió en el 76 es que L. pneumophila prosperó en las torres de aire acondicionado del lugar del congreso y fue esparcida por las microgotas de la ventilación. La legionelosis cursa con fiebre, escalofríos y tos. Algunos pacientes tienen también dolores musculares, dolor de cabeza, cansancio, pérdida de apetito y, ocasionalmente, diarrea.

La neumonía es muy común en este tipo de infecciones aunque no se da siempre. El tiempo que transcurre desde la exposición del paciente a la bacteria y el comienzo de la enfermedad del legionario es de dos a cinco días, mientras que para la fiebre de Pontiac, puede ser de horas hasta dos días.

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Los peores casos se dan en personas consideradas de riesgo, con problemas inmunitarios o respiratorios. En estos casos, la bacteria puede provocar un fallo importante de salud que desemboque en un agravamiento de los síntomas y, como consecuencia, puede llegar, incluso, la muerte de los pacientes.

No obstante, esto no es común. Aquí va un ejemplo: El mayor brote de legionelosis de la historia tuvo lugar en julio de 2001 en Murcia, España, con más de 600 afectados. El foco fue localizado en varias torres de ventilación de instituciones y centros públicos, así como un centro comercial (que compartían las torres). A pesar de la cantidad de gente afectada, solo murieron seis personas, lo que da una idea de la letalidad de la enfermedad.

Cómo prevenir la legionelosis

La legionelosis no se transmite de persona a persona y no hay pruebas de infección de la enfermedad en los aires acondicionados de los coches o en las unidades de aire acondicionado domésticas, por el momento, aunque esto podría ocurrir si hay agua estancada.

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Para comercios y otros sitios de control público, las medidas son concretas y existen protocolos estipulados. Sin embargo, en casa también podemos seguir algunas de estas ya que, a pesar de la falta de pruebas, no está de más prevenir una posible enfermedad, ¿verdad? Todas las medidas consisten en evitar el estancamiento y desinfectar las zonas siempre húmedas.

Así, debemos tener especial cuidado con bañeras, jacuzzis y piscinas. Las fuentes de agua potable han de estar bien tapadas y se debe evitar la entrada de materia orgánica y otro tipo de contaminaciones. La medida más sencilla es permitir que el agua discurra. Reducir la suciedad, la cal y los recovecos es imprescindible.

También hay que evitar que el agua alcance una temperatura entre los 30 y los 40 grados, que es un rango óptimo para su proliferación. Los nebulizadores y sprays, o las microgotas del aire acondicionado son el medio general de transporte, aunque si hemos limpiado bien la fuente de agua no debería haber problemas.

Además, en el caso del aire acondicionado de casa, aunque no hay casos demostrados de contagio, es conveniente limpiar las bandejas y filtros que pudieran quedar húmedos constantemente para evitar su aparición. Evitar el agua estancada, sucia y a alta temperatura debería ser más que suficiente para librarnos de la bacteria y sus consecuencias.

Imágenes | Unsplash, Wikimedia

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