Ni flora intestinal, ni sistema inmune ni carbohidratos: siete conceptos de nutrición y salud que usamos incorrectamente

Ni flora intestinal, ni sistema inmune ni carbohidratos: siete conceptos de nutrición y salud que usamos incorrectamente
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Sistema inmune, coeficiente intelectual, hidratos de carbono... ¿Cuántas veces hemos utilizado ciertas palabras o nombres, sin saber que eran incorrectos? Parece mentira, pero en nuestra vida diaria, y hasta en los círculos más especializados, los términos inadecuados están a la vuelta de la esquina, esperando para jugárnosla.

Hoy vamos a hablar de algunos de esos términos relacionados con la salud que se han colado en nuestra conversación diaria y que pensamos que usamos adecuadamente pero, ¡no! Probablemente estemos muy, muy equivocados.

No existe la flora intestinal

Seguramente el término más extendido, y mal empleado, de todos los que vamos a tratar hoy sea la flora intestinal. Es tan utilizado que hasta aparece en los anuncios y envases de productos de consumo constantemente, en los textos de divulgación, en las conversaciones con los especialistas...

Llamamos flora intestinal a la microbiota, es decir, al conjunto de microorganismos que viven en nuestro sistema digestivo. De hecho, no es la única "flora" del cuerpo, pues también distinguimos la vaginal o la "flora" de la epidermis. Pero este término es del todo incorrecto. La palabra flora hace referencia a una clasificación de hace miles de años, de los tiempos de Aristóteles, cuando todos los seres vivos se dividían en flora o animalia.

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Si los microorganismos no son animales, obviamente, entrarán dentro de la flora, ¿no? Esta idea no coincide, para nada, con la clasificación actual. En biología, de manera clásica (sin entrar en la clasificación taxonómica más moderna), consideramos la existencia de cinco grandes reinos: animales, plantas, hongos, protistas y monera. Este último corresponden a las bacterias. Y, además, es una clasificación ya bastante obsoleta.

Aún así, es mucho más acertada que catalogar a las bacterias intestinales dentro del mundo de las plantas, pues no tienen ninguna relación. Por tanto, es totalmente incorrecto decirle "flora bacteriana", "flora intestinal" y similares. ¿Y cómo se llama entonces? Microbiota es el término más adecuado ya que engloba a todos los grupo (hongos, arqueas, bacterias, eucariotas...) que componen el "paisaje intestinal".

"Aprieta el abdomen"

Cuando hablamos de contraer los abdominales con el fin de entrenarlos, es muy cómodo (y erróneo) decir que debemos "apretar el abdomen". Pero no es cierto y, además, puede llevar a ejecutar mal el ejercicio (con una lesión potencial de por medio). El abdomen, en primer lugar, corresponde a toda la cavidad en la que se contienen las vísceras.

Los abdominales, sin embargo, son los músculos que rodean al abdomen y la cavidad abdominal. Trabajar el abdomen (y los abdominales, en concreto) no se hace "apretando", como se dice coloquialmente. De hecho, apretar implica un movimiento impreciso e incorrecto.

Los movimientos deben ser sencillos y cortos, de contracción, en varias direcciones y en coordinación con la respiración. En definitiva, unos movimientos que poco o nada tienen que ver con eso de "apretar el abdomen", un ejercicio, por otro lado, que resulta ineficaz y potencialmente lesivo si no llevamos cuidado.

Ni inmunológico, ni inmune: el sistema inmunitario

Otro de los términos peor usados y más extendidos cuando hablamos de salud: el sistema inmune. Este concepto está mal por muchas razones. Cuando hablamos de un sistema que es inmune, lo que estamos diciendo en realidad es que es un sistema "invencible". Esto es erróneo, por supuesto.

Tampoco se puede decir sistema inmunológico porque este término viene de inmumología, ciencia que estudia las defensas del cuerpo. El término correcto es sistema inmunitario, que significa que está relacionado con la inmunidad. Aun así, poco a poco, la acepción inmune se está aceptando como sinónimo de inmunitario, aunque no es del todo correcto.

Un coeficiente no es un cociente intelectual

En el acervo común tenemos muy presente el uso de la palabra "coeficiente intelectual". Sin embargo, aquí el problema es puramente técnico. Un coeficiente es un factor, es decir, un término multiplicativo. Por el contrario, un cociente es el valor que resulta de una división.

Ya solo con eso deberíamos entender que no tiene sentido decir coeficiente intelectual, porque ¿a qué se lo multiplicamos? A nada, porque es un valor. La palabra cociente intelectual viene de los primeros trabajos de Binet, Simpn y Terman, cuyos exámenes crearon las primeras escalas para determinar la inteligencia de una persona.

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En estos primeros test, los cuales asentaron las bases de los exámenes actuales, la edad intelectual era dividida entre la edad real, lo que daba como resultado un cociente. Pero aquí no hay ningún coeficiente, ni en los tests posteriores. Aún así, la RAE, que solo recoge el uso del lenguaje, ha llegado a incluir el término coeficiente intelectual a pesar de ser completamente erróneo.

Hidratos de carbono, una idea obsoleta

Cuando hablamos de macronutrientes es muy común hablar de los hidratos de carbono. El término hace referencia a su supuesta estructura química: un átomo de carbono hidratado. La idea proviene de los inicios de su estudio, cuando se pensaba que estas sustancias, que obedecen a la fórmula Cn(H2O)n, eran todas carbonos con agua añadidas.

Pero no es cierto, para nada. En realidad existen muchos tipos de "hidratos de carbono", y pueden recibir muchísimos tipos de reacciones que cambian, por completo, la naturaleza química de estas sustancias. El término más correcto para denominarlos es glúcidos. Dentro de los glúcidos están los azúcares, que son dulces.

Aun así, carbohidratos, hidratos de carbono y similares se utilizan de forma general para hablar de ellos de forma indiferente, especialmente en nutrición. Esto no lo hace más correcto pero, al menos, podemos saber por qué está mal llamarlos por un nombre que no le corresponde.

Severo no es lo mismo que grave

Tiene una insuficiencia cardíaca severa no es sinónimo de sufrir un problema de corazón grave. Es más, podría ser severa y grave. Porque, en realidad, severa quiere decir: estricta, rígida, exacta o áspera. Pero no grave. Usamos sin pensar este término, incluso en las consultas, pero es incorrecto.

Su origen se encuentra en el anglicismo "severe", el cual sí que contempla esta acepción. Pero no en castellano, donde lo adecuado es usar palabras como extremo, intenso, importante o serio. Aun así, pocos diagnósticos y textos resultan "severos" en el uso de este término.

Cetosis y cetoacidosis, ¿cuál es la mala?

No es lo mismo cetosis que cetoacidosis. Aunque dicho así parece obvio, lo cierto es que mucha gente confunde los términos. Sin embargo, cetosis hace referencia a un proceso por el cual el cuerpo comienza a generar cuerpos cetónicos. Los cuerpos cetónicos son sustancias producto del metabolismo de grasas y que resultan de la falta de glucosa en el cuerpo.

Estos aparecen por la necesidad de alimentar de forma ininterrumpida al cerebro y el corazón. Sin embargo, cuando se produce un exceso de estos cuerpos cetónicos, los cuales son ácidos, ocurre una bajada más o menos brusca de pH de la sangre. Es entonces cuando aparece la cetoacidosis (o, en otras palabras, acidosis por culpa de la cetosis).

La cetoacidosis es muy peligrosa y puede provocar todo tipo de inconvenientes metabólicos. Esto, por ejemplo, puede suponer un problema muy grave en pacientes con diabetes o enfermedades metabólicas. La cetosis, por el contrario, no tiene por qué ser negativa si no desemboca en la cetoacidosis.

Imágenes | NIH/Flickr, Scientia, Wikimedia

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