Insomnio por estrés: causas, síntomas y tratamiento

Insomnio por estrés: causas, síntomas y tratamiento

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Insomnio por estrés: causas, síntomas y tratamiento

El estrés y la ansiedad tienen muchas manifestaciones, algunas más suaves otras más intensas. Entre estas, por supuesto, está el insomnio, el cual podría convertirse en un auténtico problema de salud.

Es más, este podría recrudecer aún más el problema al producir un mayor nivel de estrés y ansiedad debido a la falta de descanso, lo que se volvería en un problema cíclico y más difícil de controlar. 

Insomnio ¿qué es?

Ya os hemos hablado en numerosas veces de la increíble importancia que tiene el sueño y descanso en nuestra salud. Apenas una hora de menos en nuestro descanso puede suponer una falta de atención grave y una asunción de riesgos innecesarios. El insomnio, hablando sobre el tema, es un trastorno del sueño que nos impide descansar adecuadamente. Este normalmente se manifiesta con una dificultad importante para conciliar el sueño.

Una vez dormidos, otra característica del insomnio es una malísima calidad del sueño, con frecuentes despertares e imposibilidad de volver a dormir. Existen episodios de insomnio agudo provocados por cuestiones momentáneas. Entre las más importantes está, por supuesto, el estrés.

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Para otras personas, estos problemas pueden ser crónicos. En tal caso, el problema de estrés, o de ansiedad, se ligan de forma indisoluble a los del insomnio, siendo ambos causa y consecuencia entre sí. El insomnio puede volverse peligroso con el tiempo, impidiendo un buen descanso y propiciando la llegada de otras enfermedades.

Así, la obesidad, el sobrepeso, la depresión y otros aspectos de salud muy negativos son causados o agravados por los problemas de descanso. Esto, como ya decíamos, puede generar nuevos problemas lo que terminará en problemas más y más graves.

Estrés y ansiedad como causa (y consecuencia) del insomnio

Para poder dormir bien es necesario tener una buena higiene del sueño y una situación psicológica adecuada. El estrés o la ansiedad, incluso en sus estadios más leves, pueden provocar un problema a la hora de conciliar el sueño. Esto tiene su explicación fisiológica: durante los episodios de estrés y ansiedad de producen diversas hormonas que preparan el organismo para reaccionar ante una amenaza.

Este estado alterado rompe, entre otras cosas, con nuestro ritmo circadiano, que controla diversos aspectos de nuestro metabolismo en el día a día. La falta de producción de melatonina, la presencia de adrenalina, el estado mental bloqueado... todo se une para que nuestro cuerpo no pueda relajarse, al igual que tampoco nuestra mente.

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Como consecuencia llega el insomnio. Es más, esto puede provocar que aumente el estrés por cansancio al día siguiente, lo que empeora el humor y la actitud. Con el tiempo, esto va generando una serie de problemas fisiológicos que incrementan estos problemas de manera que el insomnio puede ir cada vez a peor, derivando en episodios más graves de ansiedad, etc.

A la larga, esta combinación puede resultar especialmente nociva. Asociados al insomnio crónico y el estrés está la obesidad y una cantidad incontable de enfermedades de tipo metabólico. Por todo ello es importante poner fin al ciclo cuanto antes, impidiendo que vaya a mayores.

¿Qué podemos hacer para reducirlo?

Para romper con este ciclo vicioso tenemos dos opciones: impedir la generación de estrés y ansiedad o mejorar nuestra calidad del sueño. Como lo primero es bastante más complicado (y no siempre posible), normalmente se opta por lo segundo. En los casos patológicos, supervisados por un médico, esto se suele hacer con medicación.

Pero, a no ser que estemos en un proceso clínico, podemos tratar de mejorar nuestro sueño de otra manera. Lo primero será asegurar nuestra higiene del sueño. Acomodar las luces una hora o media hora antes de dormir, evitar los estímulos fuertes, aprovechar para leer y relajarnos, puede servir. Probablemente si estamos en una situación de estrés, precisamente, deberemos forzarnos a buscar esta relajación antes de irnos a la cama.

Por supuesto, evitar sustancias como el alcohol, la cafeína o el tabaco, entre otros estimulantes, es una obligación. La regularidad también es un factor importante: irnos a dormir siempre a la misma hora jugará en nuestro favor ya que nuestro ritmo circadiano estará más predispuesto a segregar la melatonina que incita al sueño.

Hacer deporte también es una manera excepcionalmente práctica de ayudarnos a combatir el insomnio en la medida que nos ayuda a hacerlo contra la ansiedad y el estrés. Además, ayuda a regularnos metabólicamente y segregar una serie de hormonas, como las endorfinas y otros opioides endógenos que nos ayudarán a combatir el estrés. Una buena alimentación también puede ayudarte a luchar contra el insomnio, aunque no es tan efectivo como el deporte. En general, adoptar unos buenos hábitos de vida y una buena alimentación nos ayudará a conciliar mejor el sueño, de manera general.

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Imágenes | Unsplash


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