Cómo el deporte puede ayudarte a luchar contra el estrés y la ansiedad

Cómo el deporte puede ayudarte a luchar contra el estrés y la ansiedad

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Cómo el deporte puede ayudarte a luchar contra el estrés y la ansiedad

Estrés y ansiedad son dos problemas a los que nos enfrentamos constantemente. Para algunas personas, estos se pueden convertir en algo muy serio o patológico. Pero podemos prevenir que esto pase.

El deporte es una de las mejores maneras de hacerlo. Por numerosísimas cuestiones, hacer algo de ejercicio puede ayudarnos a mantener nuestra mente más allá de las garras de la ansiedad o las consecuencias del estrés. Hoy vemos algunas de ellas.

El efecto fisiológico del deporte sobre el estrés y la ansiedad

Admitamos que somos muy deterministas. Nos gustan los resultados que pueden medirse y contrastarse. De ellos, los fisiológicos se encuentran entre los más interesantes a la hora de ver el impacto que tiene el deporte en el estrés. Conocemos algunas respuestas del cuerpo ante el ejercicio físico. También sabemos que dichas respuestas nos ayudan a combatir problemas asociados a los niveles de expresión de diversas señales de nuestro cuerpo.

Sin entrar en detalle, los procesos relacionados con el estrés y la ansiedad implican todo tipo de hormonas y moléculas encargadas de controlar la respuesta corporal: adrenalina, noradrenalina, hormonas andrógenas, glucocorticoides... Estas se producen como consecuencia de una situación que, psicológicamente, identificamos como una amenaza. El organismo reacciona, en parte, como si la amenaza fuera física. Esto provoca una serie de respuestas apreciables físicamente: desde dolor de cabeza a cambios de humor, pasando por el nerviosismo y malestar, la arritmia, la hiperventilación, etc.

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El deporte, sin embargo, ayuda a controlar esta expresión de sustancias. En primer lugar, utiliza la respuesta "estresora" (que produce estrés) para "alimentar" el proceso de esfuerzo físico. Las señales que lo activan encajan mejor, fisiológicamente hablando, en las necesidades físicas de nuestro cuerpo, que tiene que movilizar energía, poner en marcha ciertos músculos, bombear la sangre más rápido, y otras cuestiones.

Además, como respuesta al ejercicio físico, segregamos una serie de señales "contrarias" a las que provocan el estrés (grosso modo), como las endorfinas, que reducen los niveles de estrés y ansiedad de forma notable. Por todo ello, el ejercicio, fisiológicamente hablando, es una respuesta inmediata a los efectos de la ansiedad y el estrés, pero también a largo y medio plazo, ya que nos adaptamos con el tiempo a la producción y el control de dichas sustancias.

El efecto psicológico: las rutinas y la disciplina

Otro de los efectos directos del deporte con respecto al estrés y la ansiedad es que lo combate desde un aspecto directamente conectado pero diametralmente opuesto al fisiológico: el psicológico. Los procesos mentales que generan ansiedad y estrés tienen un componente sociológico y de comportamiento bastante importante. Ir hasta la raíz que los produce puede ser la mejor manera de combatirlos.

En este sentido, el deporte y las rutinas deportivas ayudan muchísimo. En primer lugar, producen una cotidianidad y una monotonía que ayuda a pasar por encima la sensación de bloqueo que producen estas manifestaciones. Las rutinas deportivas pueden ayudar a no pensar, ya que solo hay que ejecutarlas y muchas veces vienen de manera externa, por lo que es más cómodo mentalmente hablando.

Además de lo anterior, el deporte también ayuda a asentar la disciplina. Amparado por la respuesta fisiológica de la que hablábamos y con tiempo suficiente, nuestro cuerpo crea cierta dependencia del ejercicio físico: la avidez por las endorfinas no es nimia, precisamente. Psicológicamente hablando, una rutina también se asienta y se vuelve algo natural cuando adquirimos una actitud disciplinada. Todo esto nos ayuda a combatir las manifestaciones de la ansiedad y el estrés.

El nada despreciable efecto indirecto

Podríamos tratar de englobar los siguientes efectos en uno de los apartados anteriores, pero lo cierto es que no terminan de encajar en ninguna de las dos (o lo hacen demasiado bien en ambas). Por ejemplo, a raíz del aspecto fisiológico, el deporte puede llevarnos a generar una serie de comportamientos complementarios: la búsqueda de una buena alimentación o la necesidad de generar las rutinas de las que hablábamos.

En este mismo sentido, tal vez aumentemos el nivel de actividad física a medio plazo como consecuencia de comenzar a practicar deporte. Con esto, probablemente descubramos nuevos aspectos: lugares, actividades o personas que sirvan para romper o cambiar las rutinas que nos llevan al estado de ansiedad y estrés. Tal vez nos sirva como vía de escape en ciertas situaciones estresantes.

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También nos ayudará a regular nuestro comportamiento, haciéndonos sentir mejor con nosotros mismos. La seguridad es un punto importante y que ayuda psicológicamente a luchar contra el estrés y la ansiedad. El control de nuestro cuerpo, la reducción de nuestro peso y demás, también nos facilitará el descansar mejor y estar de mejor humor. Como ya hemos hablado en otras ocasiones, el sedentarismo y la obesidad están directamente relacionadas con la depresión.

En otras palabras, el ejercicio físico, contra la ansiedad y el estrés, supone mucho más que la suma de sus partes. Por tanto, no es conveniente subestimar lo que es capaz de hacer por nuestra salud, tanto física como mental. Y no olvidemos que, aunque no llegase a constituir una solución por sí mismo, sin duda alguna supone una ayuda inestimable para ser más felices.

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Imágenes | Unsplash, iStock

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