Un estilo de vida activo, junto a entrenamiento de fuerza y cuidado del peso en adultos mayores reduce el riesgo de caídas y reduce el gasto sanitario

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Con el aumento de la esperanza de vida, fallecemos de forma natural más tarde. De nuestro estilo de vida depende en gran medida que nuestros últimos años sean más activos e independientes, o todo lo contrario. Aunque influyen muchos factores, dos son principalmente los que pueden limitar nuestra movilidad y aumentar nuestra fragilidad.

Una mayor fragilidad: obesidad y sarcopenia

El 40% de adultos mayores tiene obesidad y una preocupante cantidad de ellos muestra también sarcopenia. La sarcopenia es la pérdida de masa muscular que se va produciendo con la edad, acelerándose de forma exponencial en en adultos mayores.

Esa sarcopenia o pérdida de masa muscular, suele ir acompañada de dinapenia (pérdida de fuerza) y kratopenia (pérdida de potencia). Si tenemos menos masa muscular, fuerza y potencia, y le añadimos un aumento de grasa en forma de obesidad tenemos una mezcla muy dañina para la salud, puesto que tenemos que mover más peso, y tenemos menos capacidad para hacerlo.

En dicho escenario aumenta de forma exponencial el riesgo de caídas y de fracturas en adultos mayores. Puede darse primero la caída y a causa de ello una fractura por unos huesos frágiles, o al revés: unos huesos frágiles no soportan nuestro peso y se rompen, produciendo una caída a causa de ello.

 

Una reciente revisión sistemática muestra como los adultos mayores con obesidad y sarcopenia tienen un mayor riesgo de caídas y fracturas en comparación con los adultos mayores que muestran solamente una de las dos, o sarcopenia u obesidad.

A su vez, los adultos mayores que no tienen ni obesidad ni sarcopenia muestran mucho menos de riesgo de caídas y fracturas. Es por tanto vital para evitar caídas o fracturas en edades avanzadas el entrenamiento de fuerza que evita esa sarcopenia, dinapenia y kratopenia.

Debemos también llevar a cabo un estilo de vida activo y una nutrición adecuada para controlar el peso corporal y evitar así una carga de kilos extra en forma de grasa. De esta forma evitaremos un exceso de fragilidad, más allá del que se produce de forma inevitable con la edad.

Una menor fragilidad: mejor para nosotros, mejor para el sistema sanitario

Importa tanto a nivel personal para intentar no perder nuestra autonomía, en la medida de lo posible, como a nivel global para un mejor sistema sanitario puesto que una pequeña inversión en prevención reduciría el gasto sanitario en gran medida.

El coste de la inactividad ha sido estudiado en varias investigaciones, dando cifras aproximadas sobre la que ahorraría sanidad por cada euro invertido en prevención. Pero son cifras simplemente orientativas ya que la actividad física y un estilo de vida saludable no solamente reducirá enormemente el riesgo de sufrir una caída y fractura en adultos mayores.

También se reduce el riesgo de una larga lista de enfermedades metabólicas a causa del sedentarismo como la diabetes, hipertensión, etc. Por lo que es casi imposible aportar un dato del ahorro en sanidad.

Lo que sí se sabe con una amplia evidencia científica es que, si se disminuye la obesidad, se aumenta la fuerza y se tiene un estilo de vida activo iremos menos al médico y tomaremos menos fármacos. Eso mejorará nuestra salud general en edades avanzadas y supondrá un ahorro en sanidad a los gobiernos mundiales.

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Imágenes | iStock

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